Cuando ya no hay más que hacer que relajarse, voy donde él. Lo observo, lo miro lo recojo de su hogar y lo toco. Llega a mi boca y lo enciendo para que me entregue todo de sí. Lo aprovecho al máximo por unos instantes para después no volver a tenerlo más. Dura 10 minutos, nada más que 10 minutos, pero son 10 minutos de placer máximo. Al momento de que se acaba lo tiro al suelo para luego pisarlo con un desaire jamás visto antes. Creo que encenderé ahora un cigarro para vivir la experiencia leída otra y otra vez más.
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