martes, 6 de abril de 2010
Número dos.
Desde siempre la vi caminando sola, sola trabajaba, sola cocinaba. De un momento a otro despierto en otra cama, la que no es mía, una cama irreconocible. Horas después me va a buscar, ¿Cuál era la razón por la cual no dormía en mi casa? Comenzaba a aclarar mi mente, a ver más allá de lo que me contaban, a abrir los ojos. Tan pequeña y tuve que aprender que su vida no se acababa, que su vida no era completamente yo, si no que hay otras personas, necesidades que yo no podía satisfacer. Aprendí y creo que es el único punto que he superado completamente. Verla en brazos ajenos, pensar en cómo se tocaba con otros hombres fue un trauma pero aceptable.
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